Tradiciones Funerarias de Armenia
Las tradiciones funerarias de Armenia están enraizadas en antiguas creencias relacionadas con la muerte y la vida después de la muerte. Los armenios creen que cada persona tiene un destino predeterminado, llamado tchakatagi, el cual está grabado en su frente. De acuerdo con esta creencia, el día de su muerte un ángel desciende para llevarse el alma, el cual deja al cuerpo con el último aliento de la persona.
Las tradiciones funerarias armenias, las cuales tienen la intención de conducir a las fuerzas del mal fuera de la casa, todavía son observadas por muchas personas. Luego de que alguien muere, se paran los relojes en la casa, se cubren todos los espejos y se atan las manos del fallecido. Mientras el cuerpo está en la casa, nadie debe lavar ropa o trabajar en el jardín, ya que esto puede atraer la atención del Ángel de la Muerte. Adicionalmente, dado a que es considerado peligroso dejar el ataúd solo hasta que haya sido trasladado de la casa, alguien debe sentarse cerca y asegurar que la vela encendida colocada en el cabezal de la cama, siga ardiendo.
Es parte de la tradición colocar la tapa del ataúd en la entrada de la casa para informar a los vecinos y transeúntes acerca de la muerte. En algunos aspectos los funerales armenios se asemejan a los rituales observados en otras naciones cristianas ortodoxas. Un sacerdote invitado al hogar lee las plegarias sobre el fallecido y bendice el agua para su ablución. Antes del funeral, el cual como regla es llevado a cabo el tercer día después de la muerte, los familiares y amigos visitan la casa para dar un último adiós al fallecido.
Si las tradiciones funerarias armenias son llevadas a cabo, se circula alrededor del ataúd tres veces en dirección contraria al sentido de las agujas del reloj antes de besar la mano del fallecido como tributo final de respeto.
Antes de trasladar el ataúd de la casa al sitio de entierro, los hombres lo suben y lo bajan tres veces y se lo golpea contra el frente de la puerta cerrada tres veces. Se creen el Apóstol Pedro, “el cuidador de las Puertas del Cielo”, escuchará esos golpes y abrirá las puertas del cielo para el alma que parte.