Tradiciones y Costumbres de Nacimiento en Kirguistán
Dar a luz era un proceso peligroso y atemorizante e incluso después, no siempre podía garantizarse que el bebé fuese a sobrevivir. Existían muchas tradiciones y costumbres de nacimiento en Kirguistán para asegurar la salud y larga vida del bebé y para protégelo de los malos espíritus y demonios. Esas tradiciones son anteriores a que el islam fuese la religión dominante y cuenta con muchos elementos paganos y chamánicos.
Para ayudar en el parto se traía a una partera o “kinkik-ene”. Su trabajo era asegurar que el bebé estuviese en una buena posición para nacer y cortar el cordón umbilical tras su nacimiento. Recitando algunos hechizos, ella también ayudaba a proteger al bebé contra los demonios y los malos espíritus. Como una reencarnación de la Diosa Tierra, “Umai-ene”, la partera, era además la protectora de las madres y los bebes pequeños, y por lo tanto, honrada tras el nacimiento con regalos tales como piel de oveja o el mejor corte de carne.
Tras el nacimiento, se llevaba a cabo una celebración kirguisa especial llamada “dje-entek”. A los invitados se les convidaba con manteca derretida o “sary sal”, la cual era especialmente guardada para esta ocasión en el estómago de un cordero asesinado. Si un bebé nacía prematuro, se lo envolvía en la piel de un zorro, el cual se colgaba del cuadro de madera de la yurta. Esta pequeña hamaca era movida desde el lado derecho de la puerta alrededor de la yurta en intervalos por nueve meses, nueve días, nueve horas, nueve minutos, lo cual era considerado el período de gestación normal. Solo entonces se consideraba que el niño había nacido por completo y se llevaba a cabo dje-entek toi.
Otra ceremonia, beshik toi, se llevaba a cabo la primera vez que se envolvía al bebé para colocarlo en su cuna o beshik. Una anciana envolvía y colocaba al bebé en una cuna con la esperanza de que el bebé viviese tantos años como ella. Tras 40 días de reclusión, se presentaba al bebé en sociedad. Cuando los visitantes veían al bebé por primera vez, llevaban un regalo especial o “koronduk”, el cual era usualmente monetario. Se confeccionaba una pieza de tela especial para el bebé, realizada con retazos de 40 vecinos. Cada retazo representaba un día que el bebé había vivido. Se consideraba que los retazos tenían propiedades mágicas especiales y, por lo tanto, un objeto hecho con retazos era especial y beneficioso.
Cuando el niño comenzaba a caminar, se llevaba a cabo una ceremonia llamada tushoo kesuu. Se ataban las piernas del bebé con una soga negra y blanca, simbolizando el bien y el mal. Los invitados competían en carreras y el ganador podía cortar la soga de las piernas del bebé y ayudarlo a caminar.
Desafortunadamente, la mortalidad infantil era alta, y había tradiciones especiales para las familias que habían perdido a sus hijos. A veces se le daban niños a padres adoptivos, quienes los criaban como si fuesen suyos por un tiempo determinado. Si usualmente morían los varones en una familia, entonces uno de los hijos debía ser vestido como niña y se hacían trenzas en su cabello. Tras 10 o 12 años, se cortaba su pelo. Amuletos o versos del Corán eran aplicados a la vestimenta de los niños para alejar a los malos espíritus, o los niños podían utilizar brazaletes, pulseras o aretes, ya que el metal asustaba a los espíritus.
En la actualidad, con la mejora en los servicios médicos, los niños tienen más posibilidades de sobrevivir y muchas familias no llevan a cabo estas ceremonias. Algunas ceremonias siguen siendo populares, tales como tushoo kesuu, pero las familias puede que ni siquiera tengan un beshik o una partera.