Desarrollo de la Gran Ruta de la Seda
Época Dorada de la Gran Ruta de la Seda
Durante los siglos I-III AD, la Ruta de la Seda conectaba los cuatro imperios antiguos más poderosos: El Imperio Romano en Europa, el Imperio Parto en el Cercano y Medio Oriente, el Imperio Kushan en el sur de Asia Central y Afganistán y el Imperio Chino Hang en el Lejano Oriente. A pesar de que luchaban por la dominación sobre los puntos clave de la ruta de comercio, era posible para todos ellos proveer rutas estables a las caravanas.
El comercio internacional se intensificó. China recibía telas de lana, alfombras, joyas, lazulita y caballos pura sangre de Asia Central y exportaba telas de seda, hierro, níquel, té, papel y pólvora. India exportaba especias y fragancias; a través de Irán, Roma importaba seda china, la cual valía su peso en oro y a través de Khoresm, las caravanas se dirigían a Europa del Este.
La ruta principal pasaba a través de Dunhuan, Khami, Turfan, Kashgar, Uzgen, Osh, Jivá, Andizhan, Kokand, Samarcanda, Bujará y Merv. En Merv (en la actualidad Mary en Turkmenistán) la Ruta de la Seda se dividía. Una rama se dirigía hacia Volga vía Khoresm, en Europa del Este. Esto hizo posible que se entregasen mercancías de China, India y Asia Central a Rusia en Kiev, Novgorod y más tarde en Moscú. La otra rama se dirigía vía Balk y las modernas tierras de Afganistán a India. La tercera rama partía de Bagdad y se extendía hacia el Mar Mediterráneo. Allí las mercancías se cargaban en barcos y se entregaban en Egipto, el Imperio Bizantino e Italia.
Sin embargo, la situación política cambió. Solo el Imperio Bizantino quedó del Imperio Romano, el Imperio Parto fue reemplazado por el estado Sasánida y los Imperios Kushan y Hang se dividieron entre un número de estados en conflicto. El quiebre del funcionamiento de la Ruta de la Seda duró hasta el siglo VI, cuando nuevos y fuertes poderes regionales comenzaron a aparecer en Eurasia.